En mi camino a Belén,
me detuve en un muro no una vez ni diez, sino muchas veces.
En mi camino a Belén,
crucé 28 puestos de revisión, fui revisado 29 veces
y humillado 10 veces más.
Cuando llegué a Belén,
los tres reyes magos habían dejado su hogar antes que yo.
Uno fue a Amman, otro fue a Riad
y el tercero cambió su nombre a Faraón.
Cuando llegué a Belén, José había sido arrestado e interrogado
y María salió a buscar un permiso de recorrido.
Cuando llegué a Belén,
ese recién nacido había sido dejado en manos de una cuidadora
designada por la Resolución Núm. 82,447 de Naciones Unidas.
Mientras tanto, Tony Blair toma la custodia de ese bebé,
cumpliendo los deseos de su Majestad, el Primer Ministro Lord Balfour.
Cuando llegué a Belén,
los hoteles tenían suficientes vacantes
debido a que todas las cárceles estaban llenas.
El recepcionista era un etíope que se volvió semita
y el cocinero era un kosher caucásico,
mientras que el servicio al cuarto lo daba un alcohólico ruso
pelirrojo que se jactaba de ser un “elegido”.
No importa. He llegado a Belén,
pero ha cambiado totalmente
e incluso el recién nacido está por hablar
en inglés únicamente con un acento ruso.
He llegado al Hotel Belén y en la habitación
cercana a mí se encuentra el Sr. Madoff.
En el piso de arriba se ha alojado Blackwater,
mientras que el recién nacido se preparaba
para ser el siguiente maletero del hotel.
He llegado a Belén,
pero ellos han llegado antes que yo.
¡Feliz Navidad!
¡La Palestina prometida ha nacido!
¡En Gaza!
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